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¿Por qué sucede que miles de personas comparten el ímpetu a la destrucción como lo determina "la teoría de la ventana rota" de la Universidad de Stanford de 1969 del Prof. Philip Zimpardo, y se unen por miles a movimientos que apoyan a la injusticia, la intolerancia hacia las clases bajas, y la explotación sin fin del PRIAN en el México contemporáneo?
¿Cuáles causas están involucradas en la enorme corrupción socio-política del México de hoy, en el que miles de "líderes políticos" roban millones del erario, sin que sean juzgados por el mismo pueblo de manera efectiva, y en donde millones más posan indiferentes ante policías corruptos que trabajan más deteniendo vendedores ambulantes, que persiguiendo verdaderos delincuentes?
¿Acaso vivimos una era neofascista disfrazada de democracia capitalista, en donde quienes están en el poder pueden hacer y deshacer a placer, coartando con las libertades propias de un estado de derecho, sin que alguien pueda interesarse por defender tales libertades?
¿Acaso debemos culpar sólo a la mediocridad?
¿Es acaso por la indiferencia?
¿Es por la ignorancia?
¡No!
¡Es por el miedo a la libertad! Desde pequeños, nuestra cultura nos ata tanto en lo corporal, como en lo psíquico y espiritual de miles de maneras:
Justo cuando comenzamos a utilizar la imaginación mediante los juegos y los dibujos, nos coartan el espíritu de la innovación y la espontaneidad al matricularnos en las escuelas para obligarnos a la lectura y el aprendizaje clasificatorio mediante programas verdaderamente esclavistas... si tienes o tuviste hijos pequeños, ¿notaste cómo la calidad y la versatilidad de sus dibujos decayeron de forma notable cuando ingresaron a la escuela?
En ese lugar también aprendemos a que sólo los adultos -otros "mejores" que nosotros, son los que deben decirnos qué hacer, y en dónde sí y en dónde no. Hace unos días combatí contra esta idea nefasta cuando mi adolescente hija me compartió sus deseos por estudiar medicina, y en medio de su ilusión me confió: "¿a dónde te mandan cuando ya eres médico?". Con mi espíritu más ancho que un pavo real ofendido le insistí: "¡Quítate la idea de la cabeza de que alguien te "mandará"! ¡Sólo tú serás quien te mande, y quien ponga las condiciones de trabajo junto a otros igual de capaces que tú!".
Pero por supuesto, todo termina por permearse en la "vida política". Y muestras deprimentes de tales experiencias las conoció de forma personal el genial Erich Fromm, quien estudió sociología en la Universidad de Heidelberg, para más tarde formarse en Psicoanálisis en Berlín.
Hablando acerca de los temas aquí referidos, en su obra: "El miedo a la libertad" nos legó lo siguiente:
"En un principio, muchos hallaban algún aliento -de la necesaria esperanza por no ser explotados por quienes ostentaban el poder de forma injusta-, en la creencia de que la victoria del sistema autoritario -como la privatización del agua, o la prohibición para vender en la vía pública de nuestra época contemporánea-, se debía a la locura de unos cuantos individuos y que, a su debido tiempo, esa locura los conduciría al derrumbe. Otros, se satisfacían con pensar que al pueblo italiano -sumergido en el fascismo-, o al alemán -nazismo-, les faltaba una práctica suficiente de la democracia, y que por tanto, se podía esperar sin ninguna preocupación el momento en que esos pueblos alcanzaran la madurez política de las democracias occidentales. Otra ilusión común, quizás la más peligrosa de todas, era el considerar que hombres como Hitler habían logrado apoderarse del vasto aparato del Estado sólo con astucias y engaños -cuando en realidad, fue puesto en su sitio por personajes siniestros que en un principio habían maquinado utilizarlo como simple títere-; y que ellos y sus satélites gobernaban únicamente por la fuerza desnuda y que el conjunto de la población oficiaba de víctima involuntaria de la traición y del terror.
En los años que han transcurrido desde entonces, el error de estos argumentos se ha uelto evidente. Hemos debido reconocer que millones de personas, en Alemania, estaban tan ansiosas de entregar su libertad como sus padres lo estuvieron de combatir por ella -igual que los mexicanos actuales en contraposición con los que vivieron durante la época de la Revolución Mexicana-; que en lugar de desear la libertad, buscaban caminos para rehuirla; que otros millones de individuos permanecían indiferentes, y no creían que valiera la pena luchar o morir en su defensa. También reconocemos que la crisis de la democracia no es un problema peculiar de Italia o Alemania, sino que se plantea en todo Estado moderno. Bien poco interesan los símbolos bajo los cuales se cobijan los enemigos de la libertad humana; ella no está menos amenazada si se la ataca en nombre del antifascismo, o en el fascismo más descarado. Esta verdad ha sido formulada con tanta eficacia por el brillante filósofo norteamericano John Dewey, que quiero expresarla con sus mismas palabras: -La amenaza más seria para nuestra democracia no es la existencia de los Estados totalitarios. Es la existencia de nuestras propias actitudes personales y en nuestras propias instituciones de aquellos mismos factores que en estos países han otorgado la victoria a la autoridad intransigente y estructurado la disciplina, la uniformidad y la dependencia respecto de El Líder.Por lo tanto, el campo de batalla está también aquí: en nosotros mismos y en nuestras instituciones-.
Si queremos combatir el fascismo, debemos entenderlo". Fromm Erich. 2018. El miedo a la libertad.
Cerrando con el tema, recuerdo una conversación con una compañera de trabajo que tajantemente, apoyaba las medidas fascistas de las autoridades de Guadalajara con respecto a prohibir que las personas comunes pudiesen vender sus productos libremente sobre la vía pública. Su argumento se basaba en privilegiar a los hoteles y restaurantes por encima de las necesidades particulares de quienes no poseen estas infraestructuras comerciales.
¿Acaso debemos todos de solicitar empleo en tales establecimientos solo para "no molestar a los clientes fufurufos" visualmente?
¿Acaso debemos todos de ganar los miserables sueldos que pagan en estos lugares, sólo para satisfacer el "sentido de órden público" de aquellos quienes aman al fascismo disfrazándolo de civilidad? -¡el 35% de quienes están suscritos en el IMSS, lo están con el sueldo mínimo de 88.36 pesotes diarios!-.
¿Cuando dejamos de respetar el derecho de todos a pelear por un mejor ingreso tanto para sí mimos como para las propias familias?
¿Cuando nos entregamos completitos al miedo a la Libertad?
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