Desde que por primera vez ví las imágenes de los pueblos o ciudades antiguas, me intrigó sobremanera la forma en la que las mismas habían sido construídas.
Parecía que habían sido edificadas aparentemente "sin un orden" definido.
La respuesta de: "es que se trata de culturas {primitivas}", argumentada por la mayoría de "especialistas", jamás me ha parecido correcta...
¡Hasta que descubrí, de manos de un magistral filósofo la preponderante diferencia entre e Orden Estructural, y el Orden Vital!
Las culturas antiguas no perdían el tiempo buscando maximizar los recursos urbanos en aras de un orden estructural... sencillamente seguían sus instintos para hacer funcionales las obras que levantaban en base a un orden vital mediante argumentaciones como: "aquí colocaremos el grano, porque por aquí está la puerta de la muralla que conecta con los plantíos" o "la esquila de las ovejas y su granero se ubicará por acá, porque aquí están las rocas naturales por las que a ellas les gusta trepar, por lo que la esquila y su manejo se hará más fácil".
El orden vital, y no la administración de los poderosos, era entonces la responsable del aparente desorden de las estructuras antiguas... y no su "primitivismo", ¡qué magistral descubrimiento!
Actualmente, nuestra sociedad no se desarrolla en función con las necesidades de una convivencia directa con la naturaleza... ¡nos han despojado de ello!
La "sociedad líquida", esa que obliga inmesericordemente a las personas para que no conserven los empleos, y que tendenciosamente va de aquí para allá en una cultura "de usar y tirar", está sumergida en actividades demasiado ordenadas desde perspectivas estructurales, tanto, que los ordenes vitales ya no permiten enamorarse de las actividades cotidianas.
¡Las estructuras -tanto físicas como filosóficas-, no sirven para sobrevivir! ¡Usémoslas meramente como mapas de ubicación para lograr conquistar nuestro verdadero orden vital!
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